Martes 24 de diciembre de 2024

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La economía china se ralentiza a las puertas del tercer mandato de Xi

AFP

China debe anunciar el martes, en pleno congreso del Partido Comunista, uno de los crecimientos económicos trimestrales más flojos desde 2020, diezmado por las restricciones anticovid y la crisis del sector inmobiliario.

La cifra oficial del tercer trimestre se desvelará junto a una salva de indicadores económicos, en un momento en que la cumbre del poder chino estará reunida en Pekín para otorgar un tercer mandato a Xi Jinping al frente del partido y, en consecuencia, del país.

Un grupo de 12 expertos interrogado por la AFP estima de media un crecimiento del 2,5 % interanual del Producto Interior Bruto (PIB) de la segunda economía mundial entre julio y septiembre.

En el trimestre anterior, el crecimiento se hundió a +0,4 % interanual, su peor cifra desde 2020, el año en que estalló la pandemia del covid.

Numerosos economistas estiman que China tendrá problemas para cumplir su objetivo de crecimiento este año “de alrededor del 5,5 %”.

El Fondo Monetario Internacional revisó nuevamente sus previsiones para el PIB de China este año (3,2 %) y el siguiente (4,4 %).

Los analistas contactados por AFP pronostican de media un crecimiento del 3 % en 2022, lejos del 8,1 % del año anterior. Sería el ritmo de crecimiento más lento en cuatro décadas sin contar el año del covid.

“El desafío político es aceptar que la economía ha alcanzado una cierta madurez y que las cifras de crecimiento se quedarán de manera duradera” por debajo del 5% en la próxima década, indicó a la AFP el analista Clifford Bennett, del gabinete ACY Securities.

Covid cero

También pesa la política de cero covid: al contrario del resto de grandes economías, el gigante asiático se aferra a una estricta política sanitaria para frenar el covid con cuarentenas para viajeros, confinamientos y test continuos a la población.

Este dispositivo, que provoca a menudo el cierre repentino de empresas y fábricas, penaliza la actividad y los desplazamientos y repercute en el consumo de los hogares.

A pesar de estos impactos, “ninguna señal de relajación del cero covid está a la vista”, advierte el economista Ting Lu del banco Nomura, que incluso constata un endurecimiento.

“Aflojar” ante el virus sería “irresponsable”, repitió la prensa oficial durante toda la semana, sacudiendo las esperanzas de un regreso a corto plazo a la normalidad.

En los últimos días, los repuntes de contagios hacen temer un regreso de las restricciones especialmente en Shanghái, pulmón económico y financiero de China confinado durante dos meses en la primavera boreal.

Paralelamente, el país atraviesa una crisis sin precedentes en el sector inmobiliario, motor histórico del crecimiento de China.

Las medidas adoptadas por Pekín en 2020 contra el excesivo endeudamiento puso en graves dificultades esta industria, que representa un cuarto de la riqueza del país.

Tras años de vertiginoso crecimiento, las ventas inmobiliarias caen en las grandes ciudades y muchos promotores luchan por su supervivencia mientras algunos propietarios rechazan pagar su hipoteca por pisos todavía no acabados.

“Economía moderna”

A pesar de todos, “numerosos indicadores se enderezaron relativamente bien” después de los confinamientos de la primavera boreal que supusieron un gran golpe a la actividad, matiza el analista Thomas Gatley, del gabinete Gavekal Dragonomics, especializado en la economía china.

Las ventas de vehículos particulares en China mantuvieron su vigor en septiembre, impulsados por la demanda de coches limpios.

Las exportaciones en agosto progresaron un 7,1 % en un año y China lanzó inversiones en infraestructuras para sostener la actividad.

Pero aun así, “estos pilares de crecimiento se debilitan”, dice Gatley.

Y “la economía china enfrenta problemas más fundamentales” de transformación, dice Jean-Louis Rocca, sinólogo del Instituto de Ciencias Políticas de París.

Después de décadas de crecimiento alimentado por inversiones y exportaciones, China “no quiere ser más el taller del mundo” pero aspira a una “economía moderna”, con mayor valor añadido centrada en las altas tecnologías y el consumo.

El problema es que esta nueva economía “tiene problemas en reemplazar la antigua” y “sobre todo es poco creadora de empleos”, explica este investigador a la AFP. “¿Podrá continuar empleando a toda la clase media, preservando su patrimonio?”, se pregunta.

Son cuestiones cruciales para el Partido Comunista que fundamenta principalmente su legitimidad en el aumento del poder adquisitivo de la población.