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Vecinos de Sintra piden medidas contra el turismo masivo que está asfixiando la localidad

En Sintra, una pintoresca ciudad portuguesa declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO, los residentes han levantado la voz contra el turismo masivo que ha invadido su tranquila vida cotidiana. La saturación de turistas ha convertido el centro histórico en un caos, con el tráfico y el ruido afectando seriamente a la calidad de vida local.

A su llegada a la estación de tren de Sintra, los visitantes son abordados por conductores de ‘tuk tuk’ que ofrecen recorridos por el centro histórico, mientras que autobuses turísticos llenos de pasajeros recorren las estrechas calles para visitar los monumentos. En respuesta a esta situación, los vecinos han comenzado a colocar pancartas con mensajes como “Sintra no es Disneyland” y “El tráfico caótico perjudica a todos, a habitantes y visitantes”.

Esta campaña forma parte de la iniciativa ciudadana ‘QSintra – En defensa de un sitio único’, liderada por la presidenta Madalena Martins. Martins explica que la gentrificación y el turismo desmedido han llevado a una campaña más visible para exigir al ayuntamiento acciones que frenen el turismo de masas. Aunque la campaña está dirigida al gobierno local y no a los turistas, la situación es desesperante para los residentes.

Uno de los mayores problemas es el tráfico, que ha convertido trayectos cortos en horas de espera debido a la saturación de vehículos. Esto ha llevado a que los conductores se desvíen hacia calles estrechas que rodean la vía principal, exacerbando la congestión. Además, los residentes han visto desaparecer progresivamente las tiendas de primera necesidad, como panaderías y bancos, que han sido reemplazadas por tiendas de souvenirs.

El impacto del turismo también se siente en los precios de la vivienda. Salvador Reis, un residente de largo tiempo, señala que la conversión de inmuebles en alojamientos turísticos ha encarecido los alquileres, haciendo que una casa que antes costaba entre 500 y 600 euros ahora llegue a los 2.000 euros.

El problema afecta también a los negocios locales. Isabel Pinto Coelho, dueña de un restaurante de cocina de autor, lamenta que el tráfico impida a los clientes llegar a su local, resultando en una caída significativa en las reservas. Lo mismo ocurre con Noémia Monteiro, propietaria de una papelería con más de cuarenta años en el barrio, quien ha tenido que adaptar su negocio a la venta de souvenirs, pero ahora enfrenta problemas debido a la falta de aparcamiento que aleja a los turistas del centro.

La situación ha llevado a un sentimiento generalizado de asfixia entre los residentes, quienes sienten que necesitan tanto a los turistas como a los habitantes locales para sobrevivir, pero que el desbordado flujo turístico está poniendo en peligro su calidad de vida y el carácter auténtico de su comunidad.